POR, PARA Y EN EL AMOR
¡S.O.S., tenemos un adolescente en casa!. Este es título de un reportaje que se publicó el sábado 22 de agosto de este año, en el Diario El Mercurio de Santiago, Chile. Distintos especialistas analiza...
| Paulina Respaldiza Paulina Respaldiza
¡S.O.S., tenemos un adolescente en casa!. Este es título de un reportaje que se publicó el sábado 22 de agosto de este año, en el Diario El Mercurio de Santiago, Chile. Distintos especialistas analizan esta realidad y testimonios de padres -algunos angustiados y otros entregados- complementan el trabajo periodístico.
No es necesario leer el artículo citado para descubrir que la etapa de la adolescencia de nuestros hijos es un gran desafío. Es un hecho que a partir de los 11 años, nuestros hijos comienzan a cambiar... Cada vez va quedando menos de ese niño dependiente y dócil, comienza a surgir un adolescente más distraído, menos conciliador y más independiente. Por lo mismo, exige más permisos, más paciencia y, en lo posible, que ambos padres concuerden en satisfacer sus demandas.... Exigencias que se prolongan por varios años.
A pesar de que muchos especialistas han estudiado esta etapa del desarrollo de los jóvenes y que muchos papás buscan apoyo en ellos para orientar a sus hijos adolescentes, los resultados no son siempre los esperados.
Tengo cuatro hijos, de 19, 17, 15 y 11 años. He consultado a sicólogos, he leído tantos libros que casi no me acuerdo ni de la mitad de los títulos, también he buscado apoyo en otras mamás y papás para responder como grupo a este gran S.O.S.
A pesar de todo lo anterior, con mi marido hemos llegado a una simple conclusión: la adolescencia es una etapa más en el crecimiento de nuestros hijos. Una etapa que ellos deben vivir para encontrarse a sí mismos, para cuestionarse, para confrontar los valores que como papás les hemos transmitido y fundamentar los propios. Es una etapa en la que debemos acogerlos en lo que están viviendo, de contenerlos, de ser consecuentes en pocas pero precisar reglas, pero sobre todo es un periodo de gran amor, de un amor incondicional... entre nosotros como papás y hacia ellos, como hijos.
En lo personal, he tenido una "gran aliada" en cada uno de los procesos que me ha tocado vivir con cada uno de mis hijos, procesos únicos y diferentes -algunos intensos, otros más dolorosos-, pero cada uno de ellos ha sido fuente de gran amor y entrega. Han sido momentos de mucha oración, de poner en manos de la "Gran Mamá" a cada uno de mis hijos... de abandonarme, de confiar, de abrazar, de esperar, de actuar cuando ha sido necesario... He puesto a cada uno de mis hijos en el altar del Santuario, he coronado a la Mater con la confianza de una hija y la comprensión de una mamá...
Cada uno de nosotros debe buscar la manera más apropiada para llegar al corazón de cada hijo. Para que ellos no se sientan solos, pero tampoco se sientan invadidos por nosotros; que descubran que respetamos sus procesos y que siempre estaremos para ellos... Como mamá - periodista, he escrito varias cartas a mis hijos... éste es un extracto de una de ellas.
Cómo poder transmitirte y hacerte sentir todo lo que te quiero, lo que me interesas, y cuánto te entiendo... que abrazo con amor cada una de tus alegrías, penas, desilusiones, rabias. En mi juventud yo también me enojé, me encerré en mí misma; me sentí incomprendida y sola en un mundo que no me entendía y con gente que me hacía sentir distinta... Con el tiempo descubrí que no estaba sola, que había mucha gente que se interesaba por mí y que yo no había sabido descubrir. Estaban ahí, al lado mío, amigas fantásticas, mujeres increíbles... pero hubo alguien especial que me enseñó a ver el mundo diferente... la Mater, una sencilla niña mujer que vivió cada momento de su vida con infinita alegría, sencilla entrega y profunda confianza.
Ten confianza en ti misma. Tu eres muy valiosa, eres única, sensible... atrévete a ser tu misma. Confía en ti y desarrolla tus virtudes. Descubre con lentitud, pero con seguridad, cuáles son las cualidades que te hacen especial. Pon tus dones y virtudes al servicio de los demás, sólo en la medida que sirvan a otros a desarrollarse y crecer como personas, esas virtudes, dones y cualidades tendrán sentido. No te olvides de compartir, de entregar sin esperar nada a cambio, sólo el hecho de hacer a otros felices te hará a ti sentirte feliz. Esas y otras pequeñas entregas, te harán sentir paz interior y esa paz también se contagia como la alegría.
Yo siempre voy a estar aquí para ti. Con paciencia y mucho amor voy a estar esperándote con los brazos abiertos en el momento que me necesites, Aunque no lo entiendas, tienes que vivir esta etapa de tu vida con gran esperanza, pero pensando que no estás sola, que hay mucha gente que te quiere y que tus acciones no sólo te afectan a ti, sino también a otros... reza mucho.
Tú siempre has dicho que quieres ser tu misma, eso es muy importante y así debe ser. Debes descubrirte a ti misma. Ese descubrimiento es difícil, un poco doloroso, pero muy gratificante y enriquecedor... cada nuevo logro te producirá tanta alegría, que olvidarás las penas En ese proceso no estás sola, siempre estaremos -el papá y yo- incondicionales a tu lado, porque te queremos infinitamente y queremos -por sobre todas las cosas en esta vida- que seas feliz.
La respuesta más clara y fuerte a los muchos S.O.S. que se escuchan en todo el mundo es el amor, vivir alegres por, para y en el amor... demostrémosles con hechos a nuestros hijos cuánto los queremos.
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