EL DESAPARECIDO VALOR DE LA EXPERIENCIA
Este 17 de abril mi suegro cumplió 80 años. Entre los preparativos para la celebración en familia, pensé en cómo hemos perdido el respeto por la gente mayor, por lo que ellos representan, por su experiencia y por lo que nos pueden enseñar desde la perspectiva de sus vivencias. Hasta hace unos años los abuelos ocupaban el lugar más importante en la mesa familiar. Las culturas orientales respetaban a sus adultos mayores, pues ellos representaban la sabiduría y la experiencia. Los consejos de ancianos en las tribus indígenas eran los que dirigían los destinos del pueblo, y sus decisiones no eran cuestionadas. ¿Qué ha pasado desde mediados del siglo XX en el mundo? Eric Hobsbawn, historiador y profesor de la Universidad de Londres, sostiene que: "La destrucción del pasado ...
| Paulina Respaldiza Chicharro Paulina Respaldiza ChicharroHasta hace unos años los abuelos ocupaban el lugar más importante en la mesa familiar. Las culturas orientales respetaban a sus adultos mayores, pues ellos representaban la sabiduría y la experiencia. Los consejos de ancianos en las tribus indígenas eran los que dirigían los destinos del pueblo, y sus decisiones no eran cuestionadas.
¿Qué ha pasado desde mediados del siglo XX en el mundo? Eric Hobsbawn, historiador y profesor de la Universidad de Londres, sostiene que: "La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en que viven".
Lo anterior podría resumirse en una destrucción del presente que vinculaba la experiencia de hoy con la pasada; ya no se establece una relación entre el presente y la "historia" para planificar, pensar y vivir el futuro.
Los analistas sostienen que hay tres grandes causas de este "quiebre": la globalización, el post-modernismo y el relativismo cultural. A grandes rasgos podemos decir que la globalización nos tiene "a todos conectados", lo que sin duda es positivo pues se comparte el conocimiento y éste es accesible para todo el mundo. Pero, por otra parte, también ha influido en la pérdida de la propia identidad y la de los pueblos, ya que el estar conectado constantemente produce una reorientación del pensamiento; dejamos de centrarnos en lo propio de cada sociedad para centrarnos en el mundo. Esto último produce un individualismo muy grande que olvida la tradición y los valores sociales. Es más, respondemos a un entorno que es cambiante, lo que provoca una constante adaptación a él.
Al analizar la sociedad actual, la llamada post-moderna, debemos referirnos al "mundo moderno" que hasta principios del siglo XX se caracterizaba por tener convicciones claras respecto del mundo, de la sociedad; había certezas, conocimientos dados (la tradición), dogmas (verdades sin discusión). Hoy, en la sociedad postmoderna, la verdad se consigue sólo por la razón. Lo anterior ha motivado la búsqueda de lo placentero como fin último y nos ha transformado en una sociedad consumista. Como consecuencia, en la actualidad hay escaso respeto por la vida en sí; ya no se mira como sagrada, sino como un medio para obtener placer. Para tristeza de muchos, la meta de la existencia humana no es la realización de una obra trascendente; la realización es hoy "no hacerse problema, vivir sin preocupaciones, sin responsabilidades". Por lo tanto, hoy todo es relativo... La sociedad está destruida, los valores se han perdido y el hombre camina sin rumbo por el mundo.
¿No les parece conocido este análisis que los historiadores están haciendo hoy sobre el siglo XX? ¿Este "diagnóstico" no fue acaso realizado hace casi 100 años por un hombre visionario? El Padre Kentenich tuvo la sabiduría de diagnosticar "esta enfermedad", pero también tuvo la certeza de mostrarnos el camino para superar este mal... Hoy, más que nunca, debemos seguir luchando por construir una sociedad más orgánica, donde tengamos una visión global del hombre y su entorno. La misión del 31 de mayo es un desafío cada vez más potente para todos los hombres del mundo. Y para los schoenstatianos es una invitación constante a conquistar y educar al hombre nuevo.