VIVIR EN BELLAVISTA

Cuando abrí la cortina de la habitación que me entregaron, me sorprendió ver por entre los arbustos, el costado del Santuario. Podría mirar durante un mes el santuario de Bellavista, disfrutar de sus ...

| Padre Enrique José Grez López Padre Enrique José Grez López
Cuando abrí la cortina de la habitación que me entregaron, me sorprendió ver por entre los arbustos, el costado del Santuario. Podría mirar durante un mes el santuario de Bellavista, disfrutar de sus gracias, de los jardines y encontrarme con las personas que allí viven. ¡Qué privilegio el mío! Los primeros días aproveché de ir muy seguido a rezar, a mirar a la Mater, a renovarme en las gracias que ella ahí regala. Tuve la oportunidad de participar en la vestición de las hermanas, en una ordenación sacerdotal. En Bellavista se palpa un espíritu de cielo a través de hechos muy concretos: almas nobles que se entregan a Jesús, peregrinos que llegan con mucha fe, personas de diferentes proveniencias que se acercan a suplicar paz, seguridad para tomar una decisión, que traen toda su gratitud y amor a la Virgen. Con los días, el trabajo al cual me tenía que dedicar me fue captando totalmente y el santuario pasó a segundo plano. Los quehaceres, tareas, llamados, encuentros me coparon como suele ocurrir en la vida cotidiana. Al final ya no fui más que un par de veces por semana, ¡y eso que lo tenía a no más de cincuenta metros! ¿Será que en nuestra fragilidad a veces nos damos cuenta de las cosas buenas, las anhelamos y disfrutamos, pero cuesta permanecer fieles a ellas? Creo que experimentaremos esa situación siempre y por ello, enfrentaremos permanentemente el desafío de mantener viva la Alianza de Amor, valorando la belleza de la presencia de María en nuestras vidas, y visitándola cada día. De lo que sí, no me cabe duda, es que ella se alegra montones cuando nos ve cruzar la puerta de su Santuario, y nosotros también.
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