"De tal padre tal hijo" (2013)

Esta semana el padre Enrique José Grez nos invita a conocer el filme japonés "De tal padre tal hijo", una emotiva cinta que a través de una propuesta minimalista, nos sumerge en la historia de amor de un padre por su hijo.

Viernes 17 de abril de 2015 | P. Enrique José Grez

Ser padre es una opción en la vida, pero esta es una película en que esta frase hecha llega hasta las últimas consecuencias. Lo que perfectamente podría ser un caso de la vida real, el traumático intercambio de dos niños al nacer, se transforma ante nuestros ojos en un tratado existencial sobre el crecimiento, la virilidad, la paternidad y una serie de tesoros humanos. Pero lo más interesante es que en el guión no hay palabras difíciles para explicarlo, bastan los pocos metros cuadrados de las viviendas japonesas, su austeridad en las demostraciones de afecto y un guión bastante minimalista. Si para Ryota ya es difícil ser padre del tierno Keita que no tiene su ambición, cuanto más lo será lidiar con la historia de una familia que ha venido a entrelazarse con su biografía muy a su pesar. Si apenas sabe qué hacer con sus afectos cuánto más difícil le saldrá acompañar a su mujer, de quien el filme casi no se hace cargo. Y es que lo que se va sucediendo está contado desde la perspectiva de un ser hermético y de un repertorio afectivo más que básico, que le terminan jugando algunas malas pasadas. Quizás por lo mismo es que la película funciona bastante bien para preguntarnos por el significado y el valor de aquel resbaloso concepto que nos apremia, la madurez.

Si los idiogramas japoneses nos hacen imposible la lectura de los carteles callejeros, y de las palabras que profieren no entendemos más que una que otra palabra universal dicha en un mal inglés, de los rostros entendemos perfectamente los sentimientos que se van colando para contarnos lo que pasa en el corazón de los personajes. En esto la película es diáfana y no necesitamos ser expertos orientalistas para saber qué están viviendo los protagonistas. La ambición, el honor, el orgullo, y tantos otros deslices del alma que a veces nos parecen tan indiferenciados, aquí se muestran originales y perfilados. No falta la ternura en la sencillez de los niños y sus madres, que brillan por una naturaleza que les dice en cada instante cómo estar a la altura de las circunstancias. Y quizás aquí radique lo que más me gusta de la película, en que se nota que para los niños y las mamás es más fácil. Nadie dice que "se la llevan pelada" esto de querer y confiar. Su dolor es profundo, sincero, de una nobleza especial que les conocemos y reconocemos. Pero es que está mucho menos explorado lo difícil que es ser papá, rol que la naturaleza casi no asegura y que se labra a través de la delicada relación que la madre va tejiendo entre su infante y el hombre que esté dispuesto a acercarse a ese ser que no entiende, y a quien a menudo teme porque le habla de fragilidad y de sus propias heridas.

Ser padre es una opción, y la que le cabe a Ryosa es doblemente compleja, pero no por eso muy diferente a la que le cabe a cada varón. A nosotros, schoenstattianos, que cada dos por tres nos llenamos la boca con la palabra "Padre" nos viene bien esta historia que se enrevesa alrededor de la paternidad, mostrando las miles de aristas de esta compleja relación que nos ata a las personas que se han acercado tan gratuitamente para sernos fieles.

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